«La regulación de la marihuana en Uruguay es una traición a las reivindicaciones del movimiento cannábico. Se han perdido derechos conquistados a cambio de 40 gramos al mes».
Alicia Castilla, activista cannábica
Innovador y aplaudido por voces reconocidas a escala internacional, el proceso de regulación de la marihuana en Uruguay despierta recelos entre algunos activistas cannábicos. Para muchos de ellos, resulta sospechoso el interés de las grandes potencias por apoyar una legislación que consideran sumamente restrictiva. Los últimos mensajes gubernamentales, a veces confusos e incluso contradictorios, alimentan las sombras en torno al naciente proceso, que las voces más críticas vigilan con lupa.
«Tal y como está hoy, la ley de la marihuana en Uruguay es impracticable«. Una afirmación rotunda que sale de la boca de la activista cannábica argentina Alicia Castilla. En su contundente manera de hablar se adivinan los años dedicados a la lucha por la liberalización de las drogas, los estudios que la llevaron a publicar la considerada como «Biblia» del movimiento cannábico y la persecución a la que se ha enfrentado. En 2011, Alicia fue encarcelada durante tres meses en una cárcel uruguaya por posesión de drogas. Tenía 66 años, y en su casa había cerca de 30 plantines de marihuana.
A pesar de que la nueva ley ya lleva en vigor varios meses, Alicia advierte de que «no ha habido cambios» para quienes mantienen condenas pendientes en relación con la tenencia de marihuana. El proceso de regulación del cannabis, a su juicio, ha estado plagado de lagunas y continúa aún envuelto en la bruma y lastrado por la improvisación del Gobierno uruguayo.
«Las decisiones se han tomado al margen de los usuarios y con un absoluto desconocimiento de la sustancia y de sus efectos. Las voluntades no han sido consultadas. La ley esconde algo muy oscuro, un interés que no es el que se ha proclamado», asegura con vehemencia.
Las razones esgrimidas por el ejecutivo uruguayo para legalizar la marihuana son conocidas en el país. Combatir el narcotráfico, alejar a los consumidores de marihuana del peligro de las «bocas» de distribución de drogas, facilitarles el consumo de un producto con las máximas garantías sanitarias y separar el mercado del cannabis del de otras drogas más duras son los argumentos más repetidos.
En paralelo, se especula con que Uruguay, bajo el gobierno de José Mujica, ha sido escogido como laboratorio de las grandes potencias mundiales para experimentar un proyecto de regulación de una droga de consumo generalizado.
Alicia prefiere no abundar en las teorías de la conspiración, pero tiene claro que la intención que subyace en el texto legislativo trasciende los límites del país. «Buscan crear un mercado totalmente regulado de la marihuana. Quieren que el cannabis se convierta en un nuevo «commodity», un bien de uso con el que las empresas comercien y se cotice en la Bolsa. Detrás de la ley hay unas motivaciones económicas«, señala. Por eso prefiere hablar de «usuarios» y no de «consumidores», que es el rol supremo que el sistema capitalista otorga a los individuos.